Roma (Italia). El 15 de noviembre de 2024 se recuerda la memoria litúrgica de la Beata Magdalena Caterina Morano (1847-1908), Figlia di Maria Ausiliatrice piemontese di origine, chiamata a compiere il suo servizio in Sicilia, dove diede un grande impulso alle opere educative e pastorali dell’Istituto delle FMA.
Nel 30° anniversario della Beatificazione, avvenuta il 5 novembre 1994 a Catania, e a poco più di un mese dall’apertura del Giubileo ordinario 2025, Madre Morano oggi suggerirebbe di vivere questo grande evento di Chiesa con la frase che ripeteva spesso e che trent’anni fa ha accompagnato le celebrazioni per la sua beatificazione: “allarga il tuo cuore alla speranza”.
Quale speranza? Quella che ha le sue radici in Cielo, ma si sperimenta sulla terra, dona il coraggio di sognare, l’entusiasmo e l’intraprendenza per raggiungere quante più ragazze/i possibile, permette di aprire strade nuove, è gioia di accogliere e accompagnare le nuove vocazioni.
Per lei, come per ciascuna FMA, educatore ed educatrice, è certezza di essere tenuti per mano e sostenuti da Dio nel cammino terreno, con la meta grande del Paradiso, anche quando la strada si presenta tortuosa e impervia. È virtù teologale e si radica nella sicurezza di essere nelle mani di un Padre buono e onnipotente, che permette il dolore, ma non abbandona e si manifesta in uno sguardo positivo sulla vita e sulle persone.
Madre Morano, sulla scia di don Bosco, suggerisce la ricetta per renderla possibile: vivere con gli occhi al cielo, i piedi per terra e le mani al lavoro.
Occhi al cielo: la fede e l’amore che avvolgono ciascuno/a e fanno “vedere” la sorgente, la forza e la meta dell’esistenza terrena. Senza questa fede non c’è – e non può esserci – speranza. Occhi al cielo, al Dio che ha creato ciascuno/a e affida una missione; al Dio che vuole tutti santi, al Dio che accoglierà ognuno/a nel Suo abbraccio per sempre.
Piedi per terra: è il sano realismo salesiano. La fede profonda illumina la realtà nella sua consistenza. Se una situazione è difficile, occorre saperselo dire e cercare i mezzi per affrontarla e superarla o integrarla. Per Suor Maddalena Morano passare dal Piemonte alla Sicilia non dev’essere stato per niente facile, non lo è certo stato inculturarsi e modificare stili di relazione e metodologie educative fatte proprie, per entrare nel cuore delle persone.
Mani al lavoro: è l’attività ben regolata ma intensa nel servizio educativo, nella custodia del Carisma, nella catechesi. Maddalena Morano comincia con l’oratorio, ma subito dopo apre le scuole. Sa che la cultura è una strada privilegiata per far uscire la donna dalla condizione di minorità in cui si trova.
Comincia con il catechismo alle bambine, ma poi lo apre anche ai maschi, in una specie di risposta speculare a quella di Don Bosco nella Fondazione dell’Istituto FMA. A lui la Madonna aveva detto: “anche le ragazze sono mie figlie”, Madre Morano sentiva nel cuore il richiamo “anche i ragazzi sono miei figli” e apre il catechismo, anche se in luoghi e orari diversi, ai bambini di Alì Terme, di Catania, di Vizzini, dove i ragazzi erano arrivati a tirare le pietre contro la porta della casa delle FMA per farsi accogliere.
Mani al lavoro: non bastano le presenze a Bronte, a Trecastagni, ad Alì terme, a Catania. Madre Morano si guarda attorno, ascolta – col cuore, prima che con le orecchie – i bisogni educativi, viaggia e fonda sempre nuove case in tutte le zone dell’Isola, anche le più lontane dalla sua sede: alla sua morte saranno 18. Sa farsi aiutare, ma non si ferma fino alla vigilia della morte. E Maria Ausiliatrice è il faro in tutto questo cercare quello che Dio vuole.
piamontesa Hija de María Auxiliadora, llamada a realizar su servicio en Sicilia, donde dio un gran impulso a las obras educativas y pastorales del Instituto FMA.
En el 30º aniversario de su beatificación, que tuvo lugar el 5 de noviembre de 1994 en Catania, y a poco más de un mes de la apertura del Jubileo Ordinario 2025, Madre Morano sugiere hoy vivir este gran acontecimiento eclesial con la frase que repetía a menudo y que hace treinta años acompañaba las celebraciones de su beatificación: “ensancha tu corazón a la esperanza”.
¿Qué esperanza? La que tiene sus raíces en el Cielo, pero se experimenta en la tierra, da la valentía para soñar, el entusiasmo y el ingenio para llegar al mayor número posible de jóvenes, nos permite abrir nuevos caminos, es la alegría de acoger y acompañar nuevas vocaciones.
Para ella, como para cada FMA, educadora, es la certeza de ser sostenida de la mano y sostenida por Dios en el camino terreno, con la gran meta del Paraíso, incluso cuando el camino es tortuoso e impermeable. Es una virtud teologal y está enraizada en la certeza de estar en las manos de un Padre bueno y omnipotente, que permite el dolor, pero no abandona y se manifiesta en una visión positiva de la vida y de las personas.
Madre Morano, en la estela de Don Bosco, sugiere la receta para hacerlo posible: vivir con los ojos al cielo, los pies en la tierra y las manos trabajando.
Ojos al cielo: la fe y el amor que envuelven a cada uno y nos hacen “ver” la fuente, la fuerza y la meta de la existencia terrena. Sin esta fe no hay ni puede haber esperanza. Ojos al cielo, al Dios que ha creado a cada uno y le ha confiado una misión; al Dios que quiere que todos sean santos, al Dios que acogerá a cada uno en su abrazo para siempre.
Pies en la tierra: este es el sano realismo salesiano. La fe profunda ilumina la realidad en su consistencia. Si una situación es difícil, es necesario saber decirla y buscar los medios para afrontarla y superarla o integrarla. Para Sor Maddalena Morano, pasar de Piamonte a Sicilia no debe haber sido nada fácil, ciertamente no fue fácil inculturarse y cambiar los estilos de relación y las metodologías educativas hechas suyas, para entrar en el corazón de las personas.
Las manos en el trabajo: esta es la actividad bien regulada pero intensa en el servicio educativo, en el cuidado del carisma, en la catequesis. Maddalena Morano comenzó con el oratorio, pero inmediatamente después abrió las escuelas. Sabe que la cultura es un medio privilegiado para sacar a las mujeres de la condición de minoría en la que se encuentran.
Comienza con el catecismo para las niñas, pero luego lo abre también a los niños, en una especie de respuesta especular al de Don Bosco en la Fundación del Instituto FMA. La Virgen le había dicho: “también las niñas son mis hijas”, Madre Morano sintió en su corazón la llamada “los niños son también mis hijos” y abrió el catecismo, aunque en diferentes lugares y tiempos, a los niños de Alì Terme, Catania, Vizzini, donde los niños habían venido a tirar piedras a la puerta de la casa FMA para ser acogidos.
Manos en el trabajo: las presencias en Brontë, Trecastagni, Alì Terme, Catania no son suficientes. La Madre Morano miró a su alrededor, escuchó -con el corazón, antes que con los oídos- las necesidades educativas, viajó y fundó nuevas casas en todas las zonas de la isla, incluso en las más alejadas de la sede: a su muerte eran 18. Sabe cómo hacerse ayudar, pero no se detiene hasta la víspera de la muerte. Y María Auxiliadora es el faro en toda esta búsqueda de lo que Dios quiere.
En Catania, después de muchas mudanzas, encontró la primera verdadera casa para el internado frente a la iglesia de “Santa Maria dell’Aiuto”. Y no se detiene ahí. El lugar es demasiado estrecho para acomodar a todas las jóvenes que Nuestra Señora le envía. Busca un gran espacio, capaz de convertirse en un hogar para cientos de ellas y lo encuentra.
Siguiendo el ejemplo de la Beata Maddalena Morano, cada FMA debe preguntarse qué significa para ella, para su pueblo, para la misión que realiza, abrir su corazón a la esperanza, vivir con el corazón en el Cielo, los pies en la tierra y las manos en el trabajo.
Cada una está llamada a encontrar orientaciones concretas que, paso a paso, incidan en la vida de las Comunidades Educativas y las pongan cada vez más decididamente en los caminos de la santidad salesiana, en el camino trazado por las Beatas, Venerables, Siervas de Dios del Instituto FMA, por tantas hermanas cuya causa de beatificación puede que nunca se abra, pero que ya son santas.
Es el camino que siempre debe ser trazado de nuevo por cada una con sus características personales, con la singularidad de su vocación en el Instituto, con las expectativas y necesidades profundas del lugar donde vive y trabaja.
COMPLETA E APPROFONDITA RICOSTRUZIONE DELLA MISSIONE DELLA BEATA MADRE MORANO IN SICILIA CON RIFLESSIONI DA IMITARE ANCHE NELLA VITA CIVILE