Ciudad del Vaticano. El 3 de febrero de 2025, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano, representantes institucionales, líderes políticos y organizaciones humanitarias de diferentes países del mundo se reunieron con el Papa Francisco para la 1ª Cumbre de Líderes Mundiales sobre los Derechos del Niño, la primera cumbre internacional sobre los derechos del niño titulada «Amémoslos y protejámoslos», anunciada por el Santo Padre en la Audiencia General del 20 de noviembre de 2024:
«Será una oportunidad para identificar nuevas formas de rescatar y proteger a millones de niños que aún no tienen derechos, que viven en condiciones precarias, que son explotados y abusados, y que sufren las dramáticas consecuencias de las guerras».
La Cumbre fue coordinada por el Pontificio Comité para la Jornada Mundial del Niño – celebrada por primera vez en Roma los días 25 y 26 de mayo de 2024- y se inscribe en la estela de las alianzas educativas globales promovidas por el Papa Francisco a partir del Pacto Educativo Mundial, con siete compromisos, entre ellos escuchar a las nuevas generaciones, invertir en la familia y cuidar nuestra casa común.
Al inicio de la jornada, el Papa Francisco se reunió con un grupo de niñas y niños de los cinco continentes, que le entregaron sus dibujos y mensajes junto con una carta escrita en nombre de los niños del mundo y firmada «tus niños», en agradecimiento por escuchar sus preguntas, por preocuparse por ellos y por confiar en ellos.
A continuación, el encuentro se desarrolló a través de 7 paneles temáticos -5 por la mañana y 2 por la tarde- introducidos por los Secretarios de los Dicasterios, Obispos y Cardenales, entre ellos el Cardenal Ángel Fernández Artime, SDB, con más de una treintena de intervenciones sobre cuestiones fundamentales para el crecimiento y el desarrollo de la infancia: los derechos del niño en el mundo de hoy, el derecho del niño a los recursos, a la educación, a la alimentación, a la nutrición y a la salud, a la familia, al esparcimiento y a la recreación, a vivir libre de violencia.
Ponentes de alto nivel de diferentes contextos, continentes y religiones, premios Nobel y exponentes del mundo de la cultura, la economía, la política, la solidaridad, el deporte y la Iglesia, debatieron sobre los desafíos globales actuales, poniendo de relieve la dramática realidad de la infancia, cuyos derechos son a menudo «un privilegio reservado a unos pocos afortunados», como señaló la reina de Jordania, Rania Al Abdullah, en su primer discurso, citando un estudio «inquietante» sobre el estado psicológico de los niños de Gaza: «El 96% declaró sentir la muerte como inminente, casi la mitad dijo que quería morir. No quieren ser astronautas o bomberos, como otros niños, pero les gustaría estar muertos».
Al escuchar los relatos y testimonios, se captó el abordaje sistémico e integral del tema, acompañado del deseo de todos de trabajar en red para enfrentar esta «crisis moral global», como se define dentro de los organismos internacionales.
Los discursos del Papa Francisco, inicial y final, fueron un lúcido análisis de la situación de las niñas y los niños despojados de todos los derechos y de su propia infancia, excluidos de las oportunidades vitales, humillados en su dignidad, obligados a pagar el precio más alto de la crisis ambiental y ecológica. El Santo Padre habló de una situación triste y preocupante : «Cada vez con más frecuencia, quien tiene la vida por delante no es capaz de mirarla con una actitud segura y positiva. Son precisamente los jóvenes, que son signos de esperanza en la sociedad, los que luchan por reconocer la esperanza en sí mismos», y no es aceptable, porque «nada vale la vida de un niño. Matar a los más pequeños es negar el futuro».
El Papa invitó fuertemente a resistir la adicción a estas injusticias, a contrarrestar las dinámicas mediáticas que hacen insensible a la humanidad: «Hoy estamos aquí para decir que no queremos que todo esto se convierta en una nueva normalidad. No podemos aceptar acostumbrarnos», para aprovechar al máximo el encuentro, poniendo al centro «a los niños, sus derechos, sus sueños, sus demandas de futuro«, para cultivar una mirada de compasión y amor, que empuje a tomar decisiones operativas urgentes y colectivas, para construir un mundo mejor para ellos.
En repetidas ocasiones ha destacado la urgencia de escuchar a los niños y ser un buen ejemplo para su crecimiento: «debemos darnos cuenta de que los niños pequeños observan, comprenden y recuerdan. Y con sus miradas y sus silencios nos hablan. ¡Escuchémoslos!». Y de nuevo: «Los niños nos miran: nos miran para ver cómo avanzamos en la vida».
Por su parte, «para dar continuidad a este compromiso y promoverlo en toda la Iglesia», anunció su intención de preparar una Carta o una Exhortación Apostólica dedicada a los niños.
La cumbre concluyó con la firma, por parte del Papa Francisco y de todos los ponentes que participaron, en la Declaración final compuesta por ocho puntos en los que, entre otras cosas, pide a las naciones que asuman una mayor responsabilidad y pide un compromiso global en la protección de los niños, promoviendo una cultura de la vida. de respeto y protección de los menores, oponiéndose a las guerras, a la explotación y a las prácticas que niegan su derecho a un futuro digno y combatiendo con toda su fuerza la «cultura del descarte».
El Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, sobre la base de las decisiones tomadas en el Capítulo General XXIV y confiadas a la Madre y al Consejo General, se compromete concretamente en la actualización del documento titulado «Orientación para una política preventiva destinada a la protección de los menores en nuestras obras (2012)», a la luz de las políticas y procedimientos actuales de la Iglesia en relación con la protección de los menores y las personas vulnerables, para promover una cultura de protección y cuidado, mediante la creación de un entorno seguro en sus diversas presencias en todo el mundo.
Como dijo el Papa, la Cumbre en el Vaticano fue al mismo tiempo un «observatorio y laboratorio». Se trata de un estímulo para hacer de las Comunidades Educativas FMA, en oratorios, casas de familia, escuelas, parroquias y otras presencias, «observatorios-talleres» en los que la opción de estar con los pequeños compromete a cuidar pronta y atentamente la dignidad y el desarrollo integral de su persona y de su familia.
“Oremos, pues, como los niños, con confianza y esperanza, porque solo con la ayuda de Dios podemos derribar los muros del odio y transformar el mundo en una casa de hermanos y hermanas. Comprometámonos cada día a ser constructores de paz, con el corazón abierto y las manos dispuestas a servir al bien”. (De la Declaración Final)