Roma (Italia). En línea con el Sínodo sobre: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional (cf. Instrumento de trabajo nn. 213-214), en el mes de enero, se comparte la cuarta profundización sobre el camino de acompañamiento en la juventud de las Santas, Beatas, Venerables y Siervas de Dios.
Acompañamiento en Laura Vicuña
La santidad en Laura se construyó en relación a otros en circunstancias particulares que aun, siendo adversas, le dieron la posibilidad para crecer. Laura es el tipo de chico por el que existe el carisma salesiano: una chica pobre, abandonada y en peligro, predilecta del corazón de Dios.
En la “Misión de Junín” ella encuentra una familia con un modo de ser y hacer que le abre horizontes de sanación y le marca la vida positivamente. En contraposición a la violencia y la opresión que vive en la familia, Laura ve y vivencia otro manera de vivir, sin miedo, sin amenazas, sin sometimiento. Se siente acogida y contenida, puede sacar lo mejor de sí.
Ella los ve y ellos la ven, descubren su realidad y su potencial, la acompañan en sus búsquedas profundas. En las hermanas y en los salesianos, Laurita encuentra educadores con rasgos firmes y tiernos que generan un ecosistema con una pedagogía propia; esa pedagogía del ambiente que habían soñado Don Bosco y Madre Mazzarello para todos los que entraran a una casa salesiana. Ellos no eran “salvadores”, pero a través de ellos, Dios salvaba, respondía al clamor de esta niña que comenzaba a amarlo con locura.
Sólo el amor salva, sana, repara. Dios nos regala inmensas posibilidades diarias de salvación, de superación, de salir de nuestros círculos que nos enroscan y matan, y podemos elegir: tomarlas o no. Laura eligió a Jesús, con El, de la mano de las hermanas y los salesianos conoció el Amor, y eligió entregarse por completo. Así su vida se hizo fecunda.