La Spezia (Italia). Del 2 al 22 de agosto de 2024, un grupo de jóvenes, una Hija de María Auxiliadora de la Inspectoría Nuestra Señora del Cenáculo (ILS) de Liguria, Emilia y Toscana, y un salesiano de Don Bosco tuvieron una experiencia misionera en Cotonú, Benín. Esta es su historia:

“Entra en punta de pies con las sandalias en las manos”. Esta es la frase que nos ha acompañado en estas tres semanas de misión. Esta última tuvo lugar en Cotonú, Benín, en  la Comunidad Laura Vicuña  de las Hijas de María Auxiliadora de Cotonú, de la  Inspectoría Madre de Dios (AFO), que desde el primer momento nos hizo sentir en casa. En esta experiencia estuvimos en contacto con diferentes realidades que nos mostraron algunos aspectos de esta fascinante y contradictoria ciudad.

Una de las realidades en las que desarrollamos nuestro servicio fue dentro del Oratorio Salesiano de Zogbo, un barrio a las afueras de Cotonú. Aquí participamos en las propuestas de actividades de verano, como baloncesto, bricolaje, fútbol, danza y coro. Fueron muchos los jóvenes que conocimos, con los que compartimos momentos de juego y diversión. Nos quedamos asombrados cómo, paseando por las calles del barrio, con tanta pobreza, el oratorio es uno de los pocos puntos de encuentro, o quizás el único, despreocupado y alegre para los jóvenes de Zogbo.

Cotidianidad, complejidad, confianza: estas son las palabras que pueden describir la realidad del “Foyer Laura Vicuña” presente en la comunidad que nos acogió. La vida cotidiana: las chicas que se acogen aquí viven como en una gran familia, compartiendo no solo momentos de alegría, fiesta y fraternidad, sino también, y sobre todo, de fragilidad, dolor y dificultad. Complejidad: Cada una de estas niñas detrás y dentro de ellas lleva una historia marcada por el sufrimiento, ya que algunas de ellas son víctimas de violencia, abuso y maltrato, pero a pesar de ello en cada una se ve fuerza, esperanza de un futuro mejor y mucho amor. Confianza: las hermanas de la comunidad y todas las educadoras las cuidan como si fueran hijas, buscando cada día nuevas oportunidades para tratar de asegurarles un futuro mejor.

Aunque estas niñas tienen una historia difícil, con el tiempo se confían y se dejan amar con valentía por las FMA y por toda la comunidad educativa. En estas tres semanas hemos vivido juntoa ellos momentos de oración, juego, danza, creatividad y talleres de estudio; Además, no faltaron momentos en los que compartían sus labores cotidianas, como cocinar, lavar la ropa y la jardinería. Estas niñas, a pesar de las dificultades que han encontrado y encuentran cada día en sus vidas, siguen soñando y esforzándose por hacer realidad sus sueños confiándose totalmente a María y a Dios, dejándonos sin palabras.

En la ciudad de Cotonú se encuentra el mercado al aire libre más grande de África Occidental, Dantokpa, en unas 20 hectáreas de terreno. En el corazón de este gran mercado se encuentra el Baraque SOS, que no es un nombre indicativo sino real. Aquí, gracias al empeño de las trabajadoras sociales, las niñas que trabajan en el mercado todo el día encuentran un lugar de descanso, recreación, diversión y alegría. Nuestro servicio aquí se llevó a cabo entre danzas africanas y danzas italianas, brazaletes y abalorios, entre un juego de wari, un juego africano, y dibujos a voluntad.

Las niñas dentro del mercado trabajan todo el día en condiciones precarias, cargando mercancías de diversos tipos y pesos sobre sus cabezas, teniendo la oportunidad de comer solo una comida al día. Cuando las niñas cruzaban el umbral de la puerta, era como si por arte de magia, se les devolviera lo que les habían quitado: el ser niñas. Estos eran ángeles de la guarda sin alas para nosotros, porque nos cuidaban mostrándonos su amor y cariño y protegiéndonos, convirtiéndose en los adultos de la situación cuando casualmente salíamos del Baraco para recorrer el mercado.

Esta experiencia nos ha mostrado los diferentes matices de la misión tan especial que esta Comunidad lleva a cabo cada día con amor y cuidado. Cada matiz de esta misión toma un color diferente para nosotros: verde por la esperanza, la confianza y la inmensa fe que se han percibido en cada lugar que hemos vivido y visitado. El rojo es el color de la bondad, del afecto, del bien que se cierne sobre la ciudad de Cotonú; El rosa era para nosotros el color del cuidado, la atención y la consideración hacia nosotros; El amarillo describe plenamente la alegría, el entusiasmo y la serenidad que caracterizaron estas 3 semanas; El morado era el color de la humildad y la sencillez de las personas que viven allí, pero también del sacrificio y la dificultad que encontramos en esta experiencia. Todos estos tonos se unen con un hilo: el hilo dorado. “Este hilo de oro, el deseo de Dios, es Dios. Es la mirada del guía que mira hacia arriba, es la oración de los que se sienten pequeños, de los que se sienten pecadores, es la mirada hacia los niños que él conduce, es la mirada hacia los pobres a los que se quiere ayudar, es la mirada del amor”.

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