Roma (Italia). La Madre General del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, Sor Chiara Cazzuola, comprometida con el Consejo General en las reuniones del Pleno de verano, en la apertura de la Circular n. 1029 agradece a las FMA “por el cuidado, la atención, la implicación y preparación de las visitas y la acogida abierta y confiada, el vivo sentido de pertenencia” con que ella, las Consejeras, las Visitadoras y los Ámbitos fueron acogidas en las Provincias visitadas.

Todavía en el clima litúrgico de las Fiestas del Corpus Domini y del Sagrado Corazón celebradas en el mes de junio, queridas a la espiritualidad salesiana, comparte una reflexión sobre el estilo de oración de las FMA, e invita, según la Carta del Papa Francisco Desiderio desiderabi del 22 de junio de 2022, “a entrar en la realidad de la oración, sobre todo litúrgica, lugar de encuentro con Cristo donde también a nosotras se nos da la posibilidad de un verdadero encuentro con él”.

El aliento de vida

Inspirándose en la homilía de Benedicto XVI en la apertura del Año de la fe, la Madre advierte del riesgo de “desertización” del alma, de perderse “en mil intereses y actividades, abrumadas por una avalancha de información, de imágenes que pueden debilitar la libertad y la profundidad de la vida interior hasta el punto de anestesiar, con sustitutos, el innato deseo de Infinito que habita en nuestro corazón”.

El primer remedio para la desertificación es volverse hacia la fuente que es la promesa de Dios de “dar agua al desierto” y “saciar la sed de su pueblo” (Is 43,20):

“Por gracia y por vocación estamos llamados a colaborar con la acción salvadora de Dios que transforma el desierto en un lugar de aguas que brotan; estamos llamadas a suscitar en nuestros jóvenes la verdadera alegría, ayudándoles a descubrir el misterio de Dios en su existencia ( cf. C 69) con la fuerza vital de la oración y de la entrega total por su bien».

Para experimentar “la mística del instante” y unificar lo humano en un encuentro profundo con Dios, para “vivir el momento presente y vivirlo en el amor”, Madre Chiara da algunas indicaciones: “buscar momentos en el día para abrir el corazón a Dios y, sobre todo, amasar la vida cotidiana con la oración porque la oración es el soplo del alma”, también a implorar la gracia de la fidelidad para conservar la perseverancia, y reconducir la vida al “centro de gravedad unitario” de la oración, que en las Constituciones de las FMA es indicada como “sencilla, esencial, capaz de influir en la vida cotidiana” (C 38).

Una oración sencilla y esencial

Aclarando lo que se entiende por “sencillez”, como virtud que caracteriza la madurez y remite a lo esencial de la vida espiritual, la Madre subraya que la actitud orante es vital para las FMA, “entregadas a la misión apostólica y comprometidas en la construcción de comunidad- comunión”, que en la unión con Dios y en la gracia de la unidad encuentran el motor de la acción cotidiana.

Vivir “siempre en la presencia de Dios, en plena conformidad con su voluntad” es el estilo de oración impreso desde el principio por el Fundador: “Con la expresión ‘espíritu de oración’ Don Bosco entiende una actitud del corazón vuelto hacia Dios, una actitud que ciertamente no se reduce a fórmulas de oración o prácticas devocionales”. Un estilo que, en la imposibilidad de estar “perpetuamente” en la presencia de Dios, se concreta para las FMA, según las indicaciones del mismo Don Bosco, en “renovar la intención de hacer todo para la mayor gloria de Dios, cada cambio de horario de ocupación. Como veis, no es tan difícil adquirir el hábito de la unión continua con Dios” (Cronohistoria II, 247)”.

Es lo que recomienda también Madre Mazzarello a las misioneras “agotadas por el trabajo, a menudo duro y fatigoso”, con su realismo y la constante vocación a Dios que la caracteriza: «Conservad por cuanto podáis el espíritu de unión con Dios, permaneced en su presencia continuamente” (L 23,3).

El “gracias por la unidad” central del espíritu de Mornese, combinado con la síntesis antropológica y teológica de San Francisco de Sales – acoger el amor de Dios que crea en el amor y por amor, para expresarlo plenamente – hacen que la experiencia del amor es el principio unificador de la experiencia espiritual, que es también el estilo de la misión educativa de las FMA.

Entonces la oración, dice Madre Chiara, “no es más que un sintonizarse con el corazón mismo de Dios, teniendo en el corazón lo que Él tiene” para ser, inmersas en el mundo y en la historia, “místicas con los ojos abiertos sobre las muchas formas de pobreza de los jóvenes y de nuestros contemporáneos”.

Algunas condiciones esenciales

En la última parte, la Madre deja a las FMA algunas condiciones que considera indispensables para vivir verdaderamente la “gracia de la unidad”: el silencio que prepara el corazón a la escucha, la fe que “se renueva cada día y crece con nuestra humilde respuesta a Gracia y llamada de Dios”, la humildad, la dimensión sacramental, la conciencia personal y comunitaria de conversión. “Así, contemplativas en la acción, todas podremos ser ‘comunidades misioneras’”.

Al concluir la Circular, recuerda la onomástica de Don Bosco que se celebró el 24 de junio y, en unión con la Familia Salesiana, expresa junto con el Consejo sus “mejores deseos” al Rector Mayor don Ángel Fernández Artime : “Como Don Bosco, él también nos guía hacia una voluntad cada vez más auténtica de descubrir la dimensión mística de nuestra vida, el secreto de la eficacia apostólica en todas las partes del mundo”.

Al acercarse la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, recomienda finalmente intensificar la oración por el Papa Francisco, invocando por él “salud y fuerza, para que pueda seguir guiando a la Iglesia con sabiduría y amor”.

Circular n° 1029

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