Sucúa (Ecuador). El 16 de febrero de 2025, un gran número de fieles, junto con las Hijas de María Auxiliadora de la Comunidad Santo Domingo Savio de la Inspectoría del Sagrado Corazón (ECU), se reunieron en la iglesia parroquial María Auxiliadora de Sucúa, para celebrar la vida de Sor María Troncatti, misionera en Ecuador, en su 142 cumpleaños y dar gracias a Dios por el don de su santidad, ante la proximidad de su canonización.
En las Eucaristías dominicales, el padre Ruperto Patiño, párroco, invita a los fieles a unirse a toda la familia salesiana que celebra el gran acontecimiento de tu cumpleaños y a pedir, por tu intercesión, por las necesidades del mundo.
La imagen de la Beata estaba expuesta en medio del templo, adornada con flores de la selva. Al final de la Celebración, niños y jóvenes cantaron el «Cumpleaños feliz» a la «Madrecita buena», como la llamaba el pueblo, que veía en ella la manifestación de la ternura y el amor misericordioso de Dios. Como signo de celebración, se repartieron reparten caramelos, galletas y todos aplaudían agradecidos.
Sor Maria Troncatti fue una mujer apasionada por Jesús en los pobres y enfermos. Cuántas personas que aún viven en Sucúa y en lo largo y ancho de la provincia de Morona Santiago de la Amazonía Ecuatoriana, testimonian que Sor María Troncatti era una mujer de Dios, una mujer que amaba de verdad, una religiosa a través de la cual Dios trajo vida, salud, paz y reconciliación a cada familia, a cada persona shuar o colona que vivían en esta selva.
«Al verla, nos llenábamos de alegría y devoción, viéndola siempre en diálogo con Jesús y María (…). Era nuestra doctora en lo material y en lo espiritual», testimonió doña Zoila Felicia Calle Palacios en el Proceso Diocesano de Beatificación.
Antes del accidente aéreo en Sucúa, el 25 de agosto de 1969, tras ofrecer su vida por la paz entre los colonos y los shuar, había dicho: “Hijitos, no lloren, pronto regresaré “. La Madrecita regresó y sigue dando fuerza y coraje a su pueblo, ayudándolo a ser mejor personas; regresó con la santidad con la que Dios la embelleció, para ser ejemplo de todos sus hijos que aún peregrinan en esta tierra que tanto amó.