Don Bosco y Madre Catalina Daghero

Roma (Italia). Con motivo del 31 de enero de 2024, solemnidad de San Juan Bosco, Fundador junto a Santa María Mazzarello del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, Sor Piera Cavaglià, ex Secretaria General del Instituto, presenta la relación que la Madre Caterina Daghero, (cuyo centenario de nacimiento en el cielo se celebra este año), tuvo con el Fundador:

Podemos decir que Madre Catalina Daghero (1856-1924) fue formada como educadora y como mujer de gobierno por Madre Mazzarello y Don Bosco, ¡tan imbuida está del espíritu salesiano!

Desde el momento en que ingresó en el Instituto de Mornese (1874) hasta la muerte de Don Bosco (1888), no sólo se encontró muchas veces con el Fundador, sino que tuvo una profunda familiaridad con él. Lo considera un padre, un guía, un consejero, un punto de referencia indiscutible para cada decisión que concierne a la animación del Instituto. Y Don Bosco expresa también un afecto paternal por esta joven “hija” suya. Así lo atestiguan algunos breves escritos dirigidos a ella, incluso con motivo de su onomástico.

Al igual que Madre Mazzarello, Madre Catalina sólo se preocupaba por permanecer fiel a Don Bosco: él era el Fundador, el Santo, el verdadero intérprete del carisma salesiano. Después de su muerte, esperaba ardientemente verlo llegar a la beatificación, y -dice con convicción- “¡entonces no tendré nada más que desear!”

Catalina Daghero tuvo el privilegio de hacer sus votos religiosos en Mornese en manos de Don Bosco el 28 de agosto de 1875.

Pasó los primeros años de su vida religiosa en Turín a la escuela de Don Bosco y luego tuvo la oportunidad de confrontarse continuamente con él y con don Miguel Rúa, director del oratorio femenino. En Valdocco experimentó la seguridad de vivir en contacto con el Fundador y esto la enriqueció tanto a nivel educativo como a nivel institucional cuando tuvo que dirigir el Instituto. De él aprende el secreto de atraer a las muchachas al oratorio y se nutre en gran medida de la fuente del da mihi animas cetera tolle.

Cuando el 12 de agosto de 1881 fue elegida Superiora General en Nizza Monferrato, Don Bosco estuvo presente, presidiendo la asamblea electiva y concediéndole “la dispensa”, porque para ser Madre General hay que tener al menos 35 años y Sor Catalina sólo tenía 25.

En aquella ocasión Don Bosco dijo a las hermanas: “Habéis tenido una Madre santa y ya tenéis otra que no lo será menos…”. Y le regala a la recién elegida una caja de ‘amaretti’ y otra de dulces con una carta manuscrita en la que indica importantes criterios de gobierno:

Rev.da Madre Superiora Gen.,
Aquí tenéis algunos caramelos para regalar a vuestras hijas.  
Considerad, para usted, la dulzura que se debe practicar siempre y con todas; pero estad siempre dispuesta a recibir los “amaretti”, o más bien bocados amargos, cuando a Dios le plazca enviárselos.             
Que Dios os bendiga y os dé la virtud y el valor para santificaros a vosotros y a toda la comunidad que os ha sido confiada.               
Rogad por mí que soy en J.C. Humilde siervo Sac. Juan Bosco   
Niza Monf. 12 ag. 1881.

La Madre Catalina permaneció fiel a este mandato  y a lo largo de su vida caminó por los senderos de la dulzura materna y la resiliencia para enfrentar las fatigas y los desafíos de gobernar un Instituto que se extendió velozmente en el espacio y en el tiempo. Para una buena animación, se inspira en el principio: Es necesario ver con nuestros ojos, tocar con mano… y por eso se dedicó a visitar las casas y obras educativas, permaneciendo dos años ininterrumpidos en América Latina (1895-1897).

Ella guía a las hermanas y a las comunidades con la autenticidad de ser una mujer consagrada a Jesús y una educadora salesiana, al servicio de una misión que la supera. Con sencillez, pone a disposición sus dones de intuición, inteligencia, sabiduría práctica, fe y maternidad.

Le toca vivir en un tiempo difícil y lleno de desafíos, marcado por procesos de transformación y renovación a nivel social, político y cultural, y al mismo tiempo por fuertes presiones del liberalismo, el socialismo y el anticlericalismo. El acontecimiento más dramático fue el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Por lo tanto, el Instituto está llamado a modificar las obras para hacer una contribución efectiva a la situación dramática. Además, vive en una época marcada por fuertes cambios internos, incluso a nivel institucional. La más dolorosa es la autonomía jurídica del Instituto FMA con la consiguiente separación de la Congregación Salesiana (1906-1907), para adaptarse a  las Normae secundum quas promulgadas por la Iglesia en 1901.

Madre Daghero temía que la naturaleza del Instituto se distorsionara si no permanecía fiel a lo que Don Bosco prescribía en las primeras Reglas, haciendo explícita la total dependencia de Él. Considera que la separación es “la mayor de las desgracias” y hace todo lo posible para evitar que suceda. Luego, cuando tuvo en sus manos las nuevas Constituciones corregidas por la Congregación de Obispos y Regulares, donde no había ni siquiera un indicio de que el Instituto fuera fundado por Don Bosco, a pesar de su dolor, inclinó la cabeza en obediencia a la fe. También ayudó a sus hermanas a vivir el nuevo punto de inflexión como hijas de Don Bosco, que consideraba un mandato incluso un deseo del Papa.

Vivió la nueva situación con sabiduría y audacia, dando al Instituto un nuevo impulso en la línea de responsabilidad, consolidación, formación y creatividad apostólica. Está convencida de que ha recibido una herencia preciosa que debe ser preservada y valorizada. El criterio fundamental de toda elección es siempre el de la fidelidad  a Don Bosco: “Pertenecemos a Don Bosco: debemos pensar, hacer, rezar, vivir como él nos enseñó”. Sin embargo, es consciente de que está experimentando desafíos inesperados y no le teme a las novedades y los cambios.

Los estudiosos señalan que los discípulos de un Fundador tienden instintivamente a considerar la regla, la tradición, el modo de vida, todo, intocable y sagrado. Madre Catalina, fiel a Don Bosco como lo fue Madre Mazzarello, intuyó nuevas dimensiones del Carisma y se dejó interpelar continuamente por nuevas situaciones. Los considera “llamados de Dios” para intervenir con valentía y sin temor a traicionar el legado.

Es una mujer – diría Michelle Perrot en su contribución sobre  la Historia de las mujeres en el siglo XIX – que tiene “el presagio de los nuevos tiempos”, por eso no se cansa de enseñar: “¡Debemos estar siempre a la vanguardia de la caridad!“.

De este modo, permite que el Instituto siga floreciendo en el tiempo y en el espacio, extendiéndose a cuatro continentes. En tiempos de graves emergencias sociales y educativas, guió al Instituto por la línea segura de la educación preventiva, del cuidado de los más desfavorecidos, incluso siguiendo caminos incómodos e impopulares: abrió las casas para acoger al mayor número posible de huérfanos, puso en marcha internados para trabajadoras, creó escuelas para la preparación profesional de los maestros y centros de formación más sistemáticos para los misioneros. Sabéis que el método preventivo salesiano debe ser repensado y retraducido en nuevos ámbitos educativos y este es el desafío: estar con Don Bosco, pero al mismo tiempo con los tiempos.

El espíritu de los Fundadores no es una reliquia que hay que conservar con celoso cuidado, sino que es una fuente de inspiración, una semilla de futuro y, por tanto, abre nuevos y desconocidos horizontes incluso para el mismo Fundador.