Roma (Italia). Con la presencia de numerosas autoridades académicas y religiosas, docentes y estudiantes, el Rector Magnífico de la Universidad Pontificia Salesiana, don Mauro Mantovani, los Directores de los Institutos afiliados, don Giuliano Stenico de Modena y don Vincenzo Sorce de Caltanissetta, se inauguró, el martes 6 de noviembre de 2918, el 64º año académico de la Pontificia Facultad de Ciencias de la Educación Auxilium.
El acto se inició con la Celebración Eucarística presidida por Don Ángel Fernández Artime, Rector de la Pontificia Facultad Auxilium y Rector Mayor de los Salesianos, que, en la homilía, basándose en su participación en el Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, subrayó la experiencia de sinodalidad, el “pensar, hablar, invocar, rezar, caminar juntos”. Para Don Artime es un “viaje sin retorno”, que podrá emprender, no sólo la Iglesia, sino cada comunidad educativa en los caminos de acompañamiento activos y efectivos de los jóvenes, ”un Evangelio de hoy para el hoy que los jóvenes nos enseñarán a proclamar”.
El saludo de Madre Yvonne Reungoat, Madre general del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora y Vicerrectora de la Pontificia Facultad Auxilium, hizo referencia al Sínodo que acababa de concluir. Subrayó que “estamos viviendo un momento histórico fascinante. Tenemos el reto de estudiar, prepararnos profesionalmente para abrir nuevos horizontes de respuesta y de encuentro con los jóvenes, entrando en la “periferia de la cultura”, acompañando caminos abiertos a la diferencia y al diálogo”.
El momento central en el programa de la mañana fue la Relación sobre el año académico 2017-2018 a cargo de la Presidenta, Prof. Pina Del Core.
Al introducir su intervención, la Presidenta, entre otras cosas, señaló cómo el evento eclesial del Sínodo “ha dejado ‘abiertas’ muchas instancias y muchas expectativas para el acompañamiento de los jóvenes. El documento final, en efecto, indica de manera muy clara hacia donde deben orientarse la Iglesia y las instituciones educativas y formativas”. La mirada al mundo juvenil ha ido más allá de la lectura de la realidad, y ha indicado que la formación es la vía privilegiada para acompañar a las nuevas generaciones. “¿Estamos ante un modo nuevo de mirar el mundo y en particular el mundo juvenil? ¿Qué futuro, o mejor, qué escenarios futuros se abren para los jóvenes en la Iglesia y en la sociedad; para ellos que viven cotidianamente la experiencia de un mundo complejo pero también fluido porque está en continuo movimiento?”, añade la Presidenta. La respuesta, o las respuestas, no son tan sencillas: “Realidad y futuro en la educación se encuentran cuando puedes educar en el cambio y para el cambio, o mejor, con exigencias, generaciones, modelos educativos y formativos en continua evolución, indudablemente muy distintos de aquellos a los que estábamos habituados hasta un pasado muy reciente”. El compromiso de la Facultad de afrontar los cambios constantemente es lo que puede sintetizar los caminos y las realizaciones en activo en el año transcurrido y que se traducen en líneas de compromiso para el año académico que hoy se inaugura.
La introducción del Prof. Alessandro Rosina, docente de Demografía, Director del Departamento de Ciencias estadísticas en la Universidad Católica del Sacro Cuore de Milán y experto presente en el Sínodo de los Obispos sobre los Jóvenes, señala la culminación del acto académico. En su intervención, con el título “Jóvenes y futuro. ¿Qué desafíos tenemos en el aprender y enseñar?”, combina la visión consciente del estudioso e investigador con la mirada apasionada del educador. “El recambio generacional – precisa — es el modo más apto para conseguir mejor las oportunidades del acompañamiento, para transformarlo en aquello que genera mayor bienestar y mejor capacidad de crear riqueza en los tiempos nuevos”. Porque “a los jóvenes indefensos, faltos de responsabilidad y desmotivados; a una generación atrapada en un presente insatisfactorio o huidizo, es importante hacer comprender que no es suficiente contar con el apoyo, la presencia, la aportación de la familia, sino más bien con la propia fuerza social, con el reconocer los propios rasgos específicos, tanto en términos de fragilidad a evitar como de potencilidades a desarrollar.”
Esto significa “reconocer los valores recíprocos: los jóvenes tienen que reconocer el valor de aquello que han recibido; las viejas generaciones han de reconocer y ayudar a promover los valores de los que son portadoras las nuevas generaciones”. Para superar los desequilibrios es urgente un “cambio cultural en que todos los miembros de la comunidad acompañen y empujen a las nuevas generaciones”. El desafío es pues encontrar la dirección justa de tal cambio. Si ya en su tiempo Lorenzo de Medici escribía que “en el mañana no hay certeza”, con mayor razón hoy, “en que los puntos de referencia son escasos, es importante equipar a las nuevas generaciones, y a los educadores comprometidos en la educación, para gestionar el presente formando nuevas competencias para adquirir una formación sólida de partida y una actitud positiva y emprendedora en la construcción del propio camino profesional. Es importante mantener bien altas las habilidades que pueden empobrecerse con el tiempo y enriquecer las experiencias y relaciones desarrolladas en el propio recorrido; aprovechar la oportunidad del contagio favorable y la cooperación entre personas con sensibilidad y competencias diversas; poner continuamente en discusión los mapas de lectura de la realidad y las modalidades de acción en ella”. Estamos convencidos de que sólo con la aportación de las nuevas generaciones es posible vencer los desafíos actuales: “ellos son el puente hacia el futuro porque “lo nuevo produce lo nuevo”. Y, en conclusión, Rosina, basándose en una expresión del Documento final del Sínodo de los Obispos sobre los Jóvenes, encarga a la comunidad educativa una tarea: “hacer sentir a los jóvenes que no sólo son acogidos, sino también ayudados a descubrir el valor de la propia grandeza cuando el “ser y hacer” se une al “con y para”.
El último acto fue la proclamación por parte del Rector de la apertura del año académico. Un año que se abre con el cambio como palabra clave no sólo para el futuro de los jóvenes, sino también para la Comunidad Académica que prepara profesionales de la educación y que piensa continuamente en la propia oferta formativa en esta perspectiva. Al final de una mañana tan intensa, surge una convicción más: la de que, como escribía Bernanos, “es la fiebre de la juventud la que mantiene el resto del mundo a la temperatura normal. Cuando la juventud se enfría, el resto del mundo bate los dientes”.