Roma (Italia). San Francisco de Sales, patrono de la Familia Salesiana y del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, fue reconocido por la Iglesia como “Doctor” por Pío IX el 16 de noviembre de 1877 con un “Breve” titulado “Dives in Misericordia” en el que se afirma que el Santo “pintó la virtud con colores vivos en la obra titulada ‘Filotea’, haciendo sencillos los lugares escarpados y haciendo planos los caminos abruptos, demostró a todos los fieles cristianos el camino para llegar a ellos fácilmente “.
De hecho, fue un destacado educador en la vida espiritual: acompañó con sabiduría y bondad amorosa a todos los que se acercaban a él, indicando que es posible que todos alcancen la santidad, pero para cada uno hay un camino diferente. Era, para aquellos tiempos, una novedad. Sus numerosos escritos documentan la profundidad de esta intuición, que sigue siendo fundamental para cualquier educador cristiano. Don Morand Wirth, salesiano de Don Bosco, en el libro “Francisco de Sales y la Educación” ilustra “el pensamiento de Francisco de Sales sobre la educación y la formación en el contexto cultural del Humanismo”, explicando y documentando que el Santo tenía una idea propia y clara y también una práctica educativa que habla a los hombres y mujeres de hoy.
San Francisco conoce bien el corazón humano y ayuda a los que acompaña a conocerse. Este es el primer paso, nunca agotado, en el camino del crecimiento. Escribió a Santa Francisca de Chantal: “Así como un buen padre que toma la mano de su hijo adaptará sus pasos a los suyos, se alegrará de no ir más rápido que vosotros”. Y en la Filotea reitera que “El ejercicio de la purificación del alma sólo puede y debe terminar con la vida: por lo tanto, no nos agitemos por nuestras imperfecciones; Lo que se nos pide es que las combatamos”.
Como sabemos, uno de los rasgos característicos de la espiritualidad salesiana, que Don Bosco hizo suyo, fue la mansedumbre. Él mismo relata en las Memorias del Oratorio: “Comenzó a llamarse San Francisco de Sales por dos razones: 1a porque la marquesa Barolo tenía en mente fundar una congregación de sacerdotes con este título, y con esta intención hizo ejecutar la pintura de este santo que aún se ve a la entrada de la misma sala; 2a porque la parte de nuestro ministerio que requería gran calma y mansedumbre, nos habíamos puesto bajo la protección de este santo, para que nos obtuviera de Dios la gracia de poder imitarlo en su extraordinaria mansedumbre y en la ganancia de almas.
El santo doctor vincula la mansedumbre con la humildad con una afirmación incisiva: “La humildad nos hace crecer en perfección ante Dios y en mansedumbre ante el prójimo… Ten cuidado, Filotea: este crisma místico compuesto de dulzura y humildad debe encontrarse en tu corazón” (Filotea III, 8)
¿Cómo cultivamos esta virtud, tan importante en las relaciones y, especialmente, en la educación? Él responde: “Uno de los métodos más eficaces para alcanzar la mansedumbre es ejercerla hacia uno mismo, sin enojarse nunca con uno mismo ni con las imperfecciones de uno. Créeme, Filotea: las observaciones de un padre, si se hacen con dulzura y cordialidad, son mucho más eficaces para corregir al hijo que la ira y los arrebatos. Lo mismo sucede cuando nuestro corazón ha caído en alguna falta: si lo reprendemos con comentarios suaves y serenos y le mostramos más compasión que pasión, lo animamos a corregirse a sí mismo, el arrepentimiento será mucho más profundo y lo penetrará más que un arrepentimiento lleno de rencor, ira y amenazas”. (Filotea III, 9)
Por lo tanto, quien quiera ser un buen educador debe, ante todo, convertirse en uno de sí mismo. Y después de todo, como bien sabemos, no hay guerra que no comience con uno mismo y sus propias distorsiones.
Etty Hillesum escribió, unos meses antes de morir en un campo de concentración: “Es precisamente la única posibilidad que tenemos, Klaas, no veo otra alternativa, cada uno de nosotros debe recogerse y destruir en sí mismo aquello por lo que cree que debe destruir a los demás. Y convenzámonos de que cada átomo de odio que añadimos al mundo lo hace aún más inhóspito”.
Madre Chiara Cazzuola, en una buena noche a la Comunidad “Madre Ersilia Canta” de Roma, de la Visitaduría de María Madre de la Iglesia (RMC), reflexionando sobre las palabras del Ángelus del Papa del 24 de diciembre de 2023: “Dios actúa siempre como un amor suave que abraza, que fecunda, que protege, sin hacer violencia, sin herir la libertad. Este es el modo de actuar de Dios” – recordó que “la bondad y la paciencia son nuestro modo de contrarrestar el clima actual de agresión y violencia (…) En Mornese no se dormía sin pedir perdón por cualquier descortesía y Don Bosco, siguiendo las huellas de Francisco de Sales, decía que con bondad se conquistan los corazones… Madre Mazzarello mostraba un rasgo amable con todos, tanto que quienes se acercaban a ella se preguntaban a qué noble familia pertenecía.
También nosotros, en esta estela, recordémonos de controlar nuestra forma de comportarnos para ofrecer a los demás lo mejor de nosotros mismos y recuperar estas actitudes típicas de nuestra espiritualidad“.
La dolcezza e l’umiltà sono le virtù che aprono il cuore alla Parola del Signore e al dono ai fratelli!