Roma (Italia). La Superiora General del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, Madre Chiara Cazzuola, inicia la Circular nº 1046 dando gracias al Señor por el resultado positivo de las Evaluaciones Trienales, celebradas hasta ahora con las Conferencias de Oriente Medio-Europa (CIME), África y Madagascar (CIAM), con la Conferencia de las Inspectorías de India (PCI) y con la Conferencia de Asia Oriental (CIAO), lo que le permitió a ella y a las Consejeras Generales «conocer y comprender más de cerca la vitalidad del carisma salesiano en los tres continentes».

En el mes en que se conmemora el nacimiento de la Beata Sor María Troncatti – en Corteno Golgi, Brescia, el 16 de febrero de 1883 – la Madre dedica la Circular a profundizar su ser Madre, Misionera, Artesana de paz y reconciliación, lema elegido en vista de la ya inminente Canonización: «Este es un tiempo de gracia especial para todos nosotros, una llamada a renovarnos como Instituto para continuar, con valentía y alegría, el camino de santidad que Dios nos pide recorrer hoy «.

En primer lugar, Madre

La dimensión materna es el rasgo que emerge claramente en Sor María Troncatti, una dimensión que «genera una abundancia de vida a su alrededor y encuentra su fuente en una profunda intimidad con el Señor».

La suya es, de hecho, una maternidad profundamente arraigada en el Señor Jesús, alimentada por la oración constante, que la lleva a testimoniar, con la ternura y la solicitud de una madre, el amor del Padre por todos sus hijos, hasta el punto de que los indios Shuar la llaman cariñosamente madrecita. Escribió a su familia: «¡Si pudierais ver cuánto me quieren! Cuando me ven montar a caballo, me recomiendan: ‘¡Madrecita, vuelva pronto!'».

Maternal es la paciencia con la que educa a la paz y al perdón recíproco a los nativos y a los colonos, grupos en constante conflicto; con la que conquista corazones y enfrenta riesgos y dificultades, confiando en la Providencia, por el bien de «sus hijos Shuar». «Hace gestos sencillos y eficaces de maternidad: acoge a niños que nadie quiere, da a todos afecto, seguridad y serenidad, se convierte en educadora y catequista, abriendo perspectivas de futuro iluminadas por la esperanza».

Uno de los aspectos más significativos de su maternidad, subrayado por Madre Chiara, «es la relación de afecto confiado con María Auxiliadora», de la que a su vez aprende a convertirse en «auxiliadora» de las personas que le han sido confiadas. «En ella, la filialidad mariana no es solo un sentimiento, sino que se vive conscientemente como un itinerario de formación cristiana y salesiana, por eso se transforma en fuente de maternidad educativa al estilo del Sistema Preventivo».

La Madre invita a todas las Hijas de María Auxiliadora a confiar a María, siguiendo el ejemplo de Don Bosco y de Sor María Troncatti, la misión educativa evangelizadora, con la conciencia de que «es ella quien nos guía, nos ayuda, mantiene nuestra mirada abierta a nuevas realidades con corazón misionero y profético».

Misionera

«La dimensión misionera -recuerda Madre Chiara, haciendo presente las Constituciones (C 75)- es un elemento esencial de la identidad del Instituto». Es en la primera Comunidad de Mornese, en la «mística» de la convivencia, donde esta dimensión se consolida y florece, tomando impulso según la dinámica evangélica según la cual «la vida crece y madura en la medida en que la donamos por la vida de los demás».

Y fue en la Comunidad de Nizza Monferrato, donde en 1922 era enfermera, donde Sor María Troncatti recibió su destinación de manos de la Madre Caterina Daghero, ya no entre los leprosos como ella soñaba, sino entre los ecuatorianos que habitan la selva amazónica. A pesar del cambio de perspectiva, no disminuyó el ímpetu misionero con que aceptó la obediencia; así le expresó a su familia, en 1936, escribiéndoles antes de partir: «voy con todo mi corazón: siempre tengo mis pensamientos en la misión».

«Con todo su corazón – subraya la Madre Chiara– fue la vara de medir de su pasión misionera, hasta el punto de que, cuando la Madre General la envió a trabajar a la selva amazónica, afirmó que era ‘cada día más feliz’ que su vocación religiosa y misionera».

En tierras de misión, Sor María pone en práctica el «Yo voy» salesiano y el Sistema Preventivo, contagiando y transformando al pueblo Shuar, dedicándose sobre todo a los jóvenes y a la promoción de la mujer, muchas veces penalizada por la cultura local.

«Sor María Troncatti, apasionada por la misión salesiana, contagia a la gente y a las mismas hermanas irradiando su gran amor a los jóvenes, para que sean felices en el tiempo y en la eternidad. Su audacia y la valentía de su fe alimentan también en las jóvenes el compromiso de ser «verdaderas misioneras».

Artesana de paz y reconciliación

Con su fuerte deseo de «ayudar a las personas a encontrar a Jesús» y de «darle almas», en 47 años de vida misionera Sor María se encontró frente a la «ley de la selva», la venganza que reinaba entre los colonos y los Shuar, a la que hizo frente con un trabajo incansable de educación, perdón, reconciliación, paz entre las dos partes:  «Cuida a unos y a otros indiscriminadamente, les ayuda a vivir de una manera más fraterna. Dialoga y aconseja a las mujeres colonas para que siembren palabras de bondad, justicia, fraternidad e igualdad entre los pueblos, sabiendo que, a través del poder educativo de las mujeres, es posible formar a las futuras generaciones a una convivencia más respetuosa y de aceptación de la diversidad».

A pesar de ello, cuando las tensiones entre los dos grupos étnicos se agravaron a finales de la década de 1960, acogió «la inspiración, generada por su corazón de madre, para ofrecerse a Dios como víctima de reconciliación entre los dos pueblos que tanto amaba. (…) Con la fuerza de la persuasión y la bondad, Sor María logró detener la naciente venganza y ser escuchada como mensajera de paz y perdón».

La señal de paz entre los dos pueblos es palpable en Quito después de su muerte, a causa del accidente del avión en el que viajaba para ir a los Ejercicios Espirituales. El arco iris que permanece en el cielo hasta el momento de su entierro, y aún mucho más a través de la presencia de la madrecita que acompaña a los colonos y a los Shuar en el retomar «la convivencia con una nueva fuerza de fraternidad”,  como les había enseñado.

Al concluir la Circular, Madre Chiara invita, al contemplar «el rostro más bello del Instituto» representado por Santa María Domenica Mazzarello y por las hermanas en camino hacia los honores de los altares, a abrir el corazón «a la gran Esperanza, con la gracia y la audacia que vienen de Dios«, a cantar el Magníficat por la Santidad reconocida en ellas por la Iglesia y a encomendarse a María Auxiliadora,  para que «junto a las comunidades educativas y a tantos jóvenes que encontramos, podemos brillar como pequeñas luces en la vida cotidiana y ser signos del amor preveniente y misericordioso del Padre, como lo fue sor María Troncatti».

La Madre pide también a todas las FMA, como prometió a los Salesianos de Don Bosco en el saludo dado el 16 de febrero en la apertura del 29° Capítulo General, que acompañen los trabajos capitulares con oración, afecto y estima: «Su caminar juntos en profunda comunión es un fuerte signo de esperanza para la Familia Salesiana, para la Iglesia, para nuestro Instituto y para los jóvenes de todo el mundo. Que María Auxiliadora, Don Bosco y nuestros santos los guíen y sostengan en la mirada hacia el futuro con valentía y clarividencia».   

Por último, desea una buena continuación del Año Jubilar: «Que sea verdaderamente un tiempo de gracia y de conversión para proseguir nuestro camino común de santidad con corazón misionero».

Circular n° 1046

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