Turín (Italia). En la tarde del 16 de octubre de 2024, 38 jóvenes huéspedes en la ‘Casa de la Joven’ de Turín, de la Inspectoría María Auxiliadora (IPI) – 33 estudiantes universitarias y cinco del Proyecto Autonomía A3 – se reunieron con las Hijas de María Auxiliadora de la Comunidad María SS. Consolata y las 14 postulantes para iniciar el nuevo año de vida académica y comunitaria.
El momento de la celebración, al más puro estilo salesiano, fue un entretejido de compartir, alegría, convivencia y juego, para fortalecer los lazos ya consolidados y crear otros nuevos. El tema propuesto para la reflexión, tal como lo lanzó el Papa Francisco para el Jubileo de 2025, fue el de la esperanza: no solo un sentimiento de optimismo desvanecido, sino el impulso de una fe que arde y persiste en cavar en el corazón de las cosas, que se sumerge en la relación con el otro para construir, que nos permite levantarnos y volver a empezar.
Algunas resonancias de la velada:
La noche del miércoles resultó ser la oportunidad perfecta para ampliar los conocimientos a través de diferentes momentos, también salir de la zona de confort, con el objetivo de escuchar a las otras chicas contar sus historias. El encuentro no fue solo un lugar de conocimiento, sino también de toma de conciencia del papel que asume la Casa de la Joven en nuestra vida universitaria y no universitaria. La Casa de la Joven es, por tanto, ciertamente una agregación de personas, pero también es una forma de familia, un lugar donde la soledad no está presente, gracias a la gran cantidad de personas que la habitan. (Irene, estudiante universitaria)
Fue un hermoso momento de fraternidad y de compartir. Creo que fue una oportunidad para que las diversas realidades que habitan la Casa de la Joven se encontraran, cada una diferente a las demás pero con el deseo común de construir una familia. Un ejemplo de ello fue, desde el comienzo de la velada, el agradable ambiente de alegría, disponibilidad y acogida entusiasta de las actividades propuestas. Es bonito ver que cada uno, con su propia vida, puede contribuir realmente a hacer del lugar donde vive su hogar. (Camila, Postulante)
¿Conocéis esa sensación que pruebas cuando entras en un lugar y casi no reconoces ningún rostro entre los presentes? Es un momento en el que buscamos, impávidos, una cara conocida. Esta es la sensación que tuve cuando entré en la fiesta de la Casa de la Joven el 16 de octubre. Sin embargo, este sentimiento se desvaneció después de unos momentos, porque me di cuenta de que las personas a mi alrededor ya eran, de alguna manera, familiares. Estuvieron presentes hermanas, postulantes y estudiantes universitarias, cada una con su propio camino de vida y estudio, diferentes orígenes culturales, edades, intereses y pasiones. Sin embargo, había un hilo que nos unía a todas, el mismo hilo que nos hacía encontrarnos en esa fiesta para jugar, reír y bailar juntas, como si fuéramos una gran familia. Al fin y al cabo, cada una de nosotras ha dejado a su familia, su hogar y, en algunos casos, incluso su país. La Casa de la Joven consigue volver a proponer esa calidez y acogida que parecían perdidas, ofreciéndonos un refugio donde reconstruir los lazos y volver a sentirnos como en casa. (Proyecto Olga A3)
El reto es vivirlo, y generar comunión y fraternidad: solo queda hacerlo juntos.(Alessia Universitaria)