Roma (Italia). El 12 de mayo de 2024, en la solemnidad de la Ascensión del Señor, se celebra la 58ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El tema elegido por el Papa Francisco, hecho público en la Fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel, Rafael y desarrollado en el Mensaje publicado el 24 de enero de 2024, Fiesta de San Francisco de Sales, es:
Inteligencia artificial y sabiduría del corazón
para una comunicación plenamente humana
En torno a la Jornada se han puesto en marcha numerosas iniciativas -webinars, conferencias, publicaciones, convenciones- para sensibilizar y formar en temas relacionados con la Comunicación, en particular, este año, con la Inteligencia Artificial.
El 10 de mayo de 2024 en Roma, en el Salón del Jubileo de la Universidad LUMSA, se inauguró el curso de formación “Inteligencia Artificial y Sabiduría del Corazón. Deontología periodística y comunicación plenamente humana”, promovido por la Oficina para las Comunicaciones Sociales de la Diócesis de Roma, el Colegio de Periodistas y la Unión de la Prensa Católica Italiana (UCSI) y la Federación Italiana de Semanarios Católicos (FISC) del Lacio, la ODV Paulina de Comunicación y Cultura, la Asociación Italiana WebCatholics (WeCa).
Entre las ponentes, Sor María Antonia Chinello, Hija de María Auxiliadora, periodista, Profesora de Tecnologías de la Comunicación en la Pontificia Facultad de Ciencias de la Educación “Auxilium” de Roma, en su discurso comenzó con esta pregunta: ¿Cómo formarnos y vivir una interioridad profunda, a partir del corazón para una comunicación plenamente humana, en este tiempo de emergencia de la complejidad, de los sistemas de inteligencia artificial y actuar y comunicar en nombre del presente y sus desafíos para nosotros comunicadores y periodistas, narradores, testigos de los signos de los tiempos?
“El conocimiento -continuó Sor María Antonia– no es sólo intelectual, sino también ‘sabor’ y el gusto de la vida; es el discernimiento, la “capacidad de juzgar; criticar, el sentido común”; la capacidad de “reconocer”, así como de “distinguir con los sentidos, con la mente; para saber, para entender”. (…)
En la Biblia, un joven rey inexperto, que acababa de suceder a su padre David, ante la petición de Dios de mostrarle lo que debía concederle, pide el don de un “corazón dócil” que “sepa hacer justicia a tu pueblo y sepa distinguir el bien del mal” (1 Re 3,7-9). Salomón y su historia pueden revelarnos el secreto de la sabiduría del corazón.
El “corazón” es el centro íntimo y sagrado de cada persona, el conjunto de esas fuerzas vitales que nos hacen únicos e irrepetibles a cada uno de nosotros: el pensamiento, la memoria, los sentimientos, los deseos y la voluntad. El corazón sintetiza todo lo que tiene que ver con la interioridad de nosotros como personas. El “corazón dócil” [en hebreo lébh shoméá] es literalmente “un corazón que escucha”, es decir, un corazón capaz de reconocer e interpretar la realidad en la que está inmerso.
La escucha, que el Papa Francisco ya nos ha sugerido como fundamental para nuestro ser y trabajo como comunicadores y periodistas, describe bien la actitud con la que debe impregnarse nuestra interioridad, esa profundidad de corazón que nos lleva a “habitar nuestro ser” para pensar y actuar, observar, documentar, contar el sentido y la significación de cada acontecimiento, de la evolución continua de nuestra historia personal, pero también de las comunidades a las que pertenecemos, del tiempo que escribimos y hablamos, de la historia que vivimos. Escuchar, que según la gramática de la comunicación de Francisco es caminar y ver, ir y hablar.
Ser sabio no es algo sofisticado, reservado a unas pocas élites privilegiadas. Es el modo concreto en que se vive la historia, inmersa en el tiempo, orientada hacia el otro, el prójimo, porque el “corazón sabio que escucha” vive y crece por el bien de la comunidad a la que cada uno de nosotros pertenece. Una vez más, es la mirada positiva, la que sabe reconocer a quienes encontramos y vivimos a nuestro lado.
¿Cómo podemos ser formados a una mirada espiritual y a la sabiduría del corazón? ¿Cómo podemos crecer en humanidad y como humanidad?
Sor María Antonia sugirió algunas modalidades, que se resumen: “redescubrir el silencio y la palabra en su relación recíproca y fecunda; vivir y respirar “en grande“, no en la pequeñez de nuestra vida personal, dejándonos llevar por este tiempo y sus desafíos, participando en el deseo de libertad y justicia; crecer en un fuerte sentido de empatía, porque, como escribió Kapuściński: “No puedo evitar vivir las cosas junto con la gente”, porque recibimos incesantemente de los demás; aprovechar al máximo los talentos que tenemos: si no damos nos secamos, pero sobre todo privamos a los que nos rodean de lo que podríamos haber dado y no dimos; conscientes de que también nosotros debemos aceptar nuestra insuficiencia, nuestro egoísmo, nuestros miedos; no temáis el sufrimiento y las contradicciones, ni las que habitan en nuestro corazón, ni las que encontramos en las personas y en la realidad en la que vivimos: a veces necesitaremos un trasplante de corazón, la voluntad de volver, levantarse, cambiar, convertirnos.
Elegir ser humano, alimentar nuestros corazones para escuchar es ir contra la corriente, especialmente hoy, pero es la sorpresa en cada recodo del camino. Comunicar e informar es una forma de ver el mundo, “una forma de amor al prójimo y a las personas, un amor que se manifiesta principalmente en ofrecer a las personas información y formación, en ayudarlas a pensar, en ayudarlas en sus opciones, en ayudarlas a ser personas” (Conferencia Episcopal del Perú).
Texto completo: ucsi.it
Es importante no perder nuestro ser humano ni nuestra dimensión espiritual; las tenemos que nutrir cada día a la escucha profunda del corazón, donde mora el Espíritu Santo.