Roma (Italia). El 27 de septiembre de 2020 se celebra en todo el mundo la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. Convocada por la Iglesia por primera vez en 1914, se celebra el último domingo de septiembre, y es una ocasión para sensibilizar sobre la vida y a la suerte de las personas vulnerables en movimiento, para rezar por ellas, mientras afrontan grandes desafíos, y para poner de relieve las oportunidades que la migración ofrece.
El título del Messaggio per la 106.ma Giornata Mondiale del Migrante e del Rifugiato 2020 es “Como Jesucristo, obligados a huir: acoger, proteger, promover, integrar a los desplazados internos”.
El Papa Francisco centra su atención en los que están obligados a huir, los desplazados internos, una categoría de personas que a menudo son invisibles. Invisibilidad que se hace, hoy, aún más grave por la crisis mundial causada por la pandemia COVID-19, que ha acabado haciendo olvidar otros dramas que también continúan consumándose sobre la Tierra.
El mensaje parte del icono bíblico de la Huída de Egipto, que había inspirado al Papa Pío XII para escribir la Constitución Apostólica Exsul Familia.
El Papa Francisco dice: “En la huída de Egipto el pequeño Jesús experimenta, junto a sus padres, la trágica condición de desplazado y prófugo “marcado por el miedo, la incertidumbre, las dificultades (cfr Mt 2,13-15.19- 23).
Hoy, millones de familias pueden reconocerse en esta triste realidad. En sus rostros estamos llamados a reconocer el rostro de Cristo hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado que nos interpela (cfr Mt 25,31-46)”.
Acoger requiere un compromiso concreto, una atención vigilante y comprensiva, la disponibilidad de recursos, una cadena de iniciativas y acciones de colaboración hacia la misión común.
Comprender y conocer
El Papa Francisco indica acciones concretas: para comprender hace falta primero conocer: los desplazados son personas probadas por el dolor. Conocer sus historias y estar a su lado, sentir de su viva voz la experiencia de la precariedad, de la huída. Cuántos ejemplos, en este tiempo de pandemia, de médicos, enfermeros, voluntarios; de personas sencillas y escondidas que han puesto parte de su compra en el carro de la “compra suspendida”.
Reconciliarse y escuchar
El Papa subraya que “el amor, el que reconcilia y salva, empieza con la “escucha”. Hoy son muchos los mensajes que llegan, pero escuchar es hacer entrar y conservar dentro de sí. El silencio que “durante semanas ha reinado en las calles” ha ofrecido la ocasión de percibir el grito de los olvidados, de los más vulnerables, de los descartados. Esta escucha puede conducir a un verdadero crecimiento, compartiendo.
Implicar y promover
No se puede dejar fuera a nadie. ¡La pandemia misma ha reclamado preocupación y temores comunes recordando que nadie se salva solo! El siguiente paso, por eso, es implicar y promover. La corresponsabilidad resulta ser el modo de participar de las personas a las cuales se ofrece asistencia. Cada uno debe ser protagonista en este proceso comunitario y social.
El Instituto de las Hijas de María Auxiliadora actúa de manera concreta hacia los refugiados, con opciones evangélicas, valientes, creativas, ampliando los espacios para una acogida siempre más incisiva y creíble. Las Comunidades Educativas son “casa” para muchos desplazados, sobre todo mujeres y niños. En ellas se puede ver la tenacidad y el espíritu de sacrificio de jóvenes, familias y comunidades que en todas partes del mundo abren la puerta y el corazón a migrantes y refugiados, a pesar de la precariedad de los recursos.