Roma (Italia). El 24 de octubre de 2024 se publicó la cuarta Carta Encíclica del Papa Francisco “Dilexit nos” sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo, presentada en una Conferencia de prensa en la Oficina de Prensa del Vaticano por Mons. Bruno Forte, Teólogo, Arzobispo de Chieti-Vasto (Italia) y Sor Antonella Fraccaro, Directora General de los Discípulos del Evangelio.
“Él nos amó”, dice san Pablo, refiriéndose a Cristo (Rm 8, 37), para hacernos descubrir que nada “podrá separarnos” de este amor –es el íncipit de la Encíclica- seguido, en el nº 2, por la explicación del Santo Padre: “cuando tenemos la tentación de navegar en la superficie, de vivir con prisa sin saber por qué, de transformarnos en consumistas insaciables y esclavos de los engranajes de un mercado que no se interesa por el sentido de nuestra existencia, Necesitamos recuperar la importancia del corazón“.
La Carta Encíclica “nació de la experiencia espiritual del Papa Francisco, que es consciente del drama de los enormes sufrimientos producidos por las guerras y por las numerosas violencias en curso y quiere estar cerca de los que sufren proponiendo el mensaje del amor divino que viene a salvarnos”, explica Mons. Bruno Forte.
Y es el mismo Papa quien, en sus conclusiones, ofrece la clave para entender todo su Magisterio:
“Lo que expresa este documento nos permite descubrir que lo que está escrito en las encíclicas sociales Laudato si’ y Fratelli tutti no es ajeno a nuestro encuentro con el amor de Jesucristo, de modo que, bebiendo de este amor, seamos capaces de tejer vínculos fraternos, de reconocer la dignidad de todo ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común“ (n. 217).
El símbolo del corazón es el tema del capítulo 1, para cuya redacción Bergoglio revela que se inspiró en escritos inéditos de su amigo el padre Diego Fares, SJ, a quien él mismo había acogido en la Compañía de Jesús. En una sociedad en la que se multiplican las formas de religiosidad y en el mismo cristianismo a veces falta la referencia personal a un Dios de amor, el Papa nos invita a “volver al corazón”, que configura en su propia identidad espiritual y pone en comunión con las demás personas, al corazón que “une los fragmentos”, y que ayuda a “unificar y armonizar la propia historia personal, que parece fragmentada en mil pedazos”, como María que guardaba todo en su corazón, incluso lo que no entendía.
Sin embargo, lejos de poner demasiado la confianza en nosotros mismos, es el Corazón de Cristo el verdadero centro: “es éxtasis, es salir, es un don, es un encuentro. En él nos hacemos capaces de relacionarnos de manera sana y feliz y de construir el Reino del amor y de la justicia en este mundo. Nuestro corazón, unido al de Cristo, es capaz de este milagro social” (n. 28).
“Necesitamos la ayuda del amor divino. Vayamos al Corazón de Cristo, el centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la máxima plenitud a la que puede llegar el ser humano. Es allí, en ese Corazón, donde finalmente nos reconocemos a nosotros mismos y aprendemos a amar (n. 30).
En el capítulo 3, la Encíclica también ofrece significativas ideas de profundización y de actualidad sobre, por ejemplo, la devoción al Sagrado Corazón, pero también del riesgo del dualismos como el jansenismo, que sigue siendo actual en algunos aspectos, y el peligro de “comunidades y pastores concentrados solo en actividades externas, reformas estructurales desprovistas del Evangelio, organizaciones obsesivas, proyectos mundanos, reflexiones secularizadas (…). El resultado es a menudo un cristianismo que ha olvidado la ternura de la fe, la alegría de la entrega al servicio, el fervor de la misión de persona a persona, el ser conquistado por la belleza de Cristo, y la gratitud afectiva por la amistad que ofrece y por el sentido último que da a la vida personal” (n. 88). La devoción al Sagrado Corazón ayuda a poner el amor en el centro de todo.
En el 4º Capítulo – El amor que da de beber – se comienza desde el testimonio de la Sagrada Escritura y del cristianismo primitivo, para continuar con los grandes santos que abrieron y recorrieron el camino de la “devoción al Sagrado Corazón como lugar de encuentro personal con el Señor” (n. 103): San Agustín, San Buenaventura, San Francisco de Sales, Santa Margarita María Alacoque, San Claudio de la Colombière, San Ignacio de Loyola. Y también: san Carlos de Foucauld, santa Teresita de Lisieux, hasta los más recientes san Vicente de Paúl, san Pío de Pietrelcina, santa Teresa de Calcuta, santa Faustina Kowalska y san Juan Pablo II, que también ofrecieron “una respuesta clara para guiarnos a nosotros cristianos de hoy, hacia un espíritu de reparación más en sintonía con el Evangelio” (n. 181).
Por lo tanto Dilexit nos se presenta como un texto intenso y profundo, que va “al corazón” de la fe, pero también de la realidad actual, como bien expresa Andrea Tornielli, director editorial del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede:
“Debemos evitar el riesgo de considerar la nueva encíclica del Papa Francisco como un texto devocional. Al contrario: es una encíclica que entra en la realidad, en lo que el mundo vive y ofrece una clave interpretativa fundamental para comprender el magisterio de Francisco y el origen de sus intervenciones sobre temas sociales: desde la atención a los pobres ,a los migrantes, hasta la cercanía misericordiosa a todos. Dilexit nos invita a comprender el corazón de Jesús, es decir, la forma en que Jesús nos ama, nos llama y quiere estar cerca de nosotros en cada circunstancia de la vida. Al comprender la centralidad del corazón de Jesús, comprendemos la importancia de nuestro corazón, que es lo que nos distingue, nos configura y nos pone en comunión con otras personas”.
Además esta nueva Encíclica alimenta la profundización de un tema que acompañó a la Familia Salesiana en el año 2022, en el cuarto centenario de la muerte de San Francisco de Sales, con el Aguinaldo del Rector Mayor, don Ángel Fernández Artime “Haced todo por amor, nada por obligación”, y sobre el cual Madre Chiara Cazzuola se detuvo en la Circular n° 1039 – En el Corazón de Cristo para vivir y proclamar su amor – en la que afirmó:
“La contemplación del Corazón de Cristo nos recuerda que el discipulado confiado, vivido con fidelidad cotidiana, nos hace mujeres serenas, capaces de sembrar a nuestro alrededor gestos de ternura, de paz y de verdadera caridad”.
Gracias a Papa Francisco. Por la Bella Enciclica Corazon de Cristo Divino y abrir Nuestro corazon a la realidad para Vivir Como Buenos cristiano… Un abrazo fraterno Sor Aida