Roma (Italia). El 19 de marzo de 2025 se celebra la solemnidad de San José, que Don Bosco quizo como patrono del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora para que enseñara a estar disponible a los planes de Dios y a ponerse con confianza en las manos de la Providencia.

Su presencia en la vida del Instituto se hacía sentir constantemente. En Mornese se le consideraba el guardián. Así como en vida había custodiado a María y a Jesús, siguió custodiando a la Iglesia, al Instituto y a cada una de las personas de las comunidades.

En esta línea, la Sierva de Dios Madre Rosetta Marchese (1922 – 1984), séptima Superiora General del Instituto FMA, percibe la figura de José como un ejemplo de silencio, de humildad y de unión con Jesús que, como Hijo, vive en perpetua adoración al Padre (cf. Jn 1, 18).

Escribió en una carta fechada el 6 de marzo de 1981 a Sor Maria Rina Ronzani:

«En primer lugar, devuelvo mis mejores deseos para San José; que el querido Santo del silencio, de la humildad, de la unión profunda con Jesús y María, nos ayude a comprender el trabajo silencioso, humilde y oculto, pero vivido en íntima unión con Jesús y con la Virgen. Es cierto que el misterio de la casa de Nazaret y de los treinta años vividos en ella en el escondimiento, debe hablar profundamente a nuestro corazón y ayudarnos verdaderamente a comprender el valor de la vida que reside en el deber cumplido por amor para dar gloria a Dios, sin buscar ninguna gloria humana ni ningún reconocimiento terrenal«.

Como Consejera Visitadora, en una buena noche a la comunidad de Palermo, cerca de la Solemnidad, el 17 de marzo de 1977, presentó a las hermanas la figura de San José como un «hombre de palabra mesurada, capaz de escuchar», un ejemplo para vivir el diálogo comunitario que requiere el ejercicio de la humildad, la caridad, el desapego de sí mismo, la disponibilidad a dar el tiempo adecuado para que todos se expresen:

«La flor de mañana nos hace pedir a San José que nos obtenga una palabra mesurada y nos trae de vuelta la frase tomada de la epístola de Santiago: ‘Todos deben estar listos para escuchar, pero lentos para hablar’. Este «estar dispuesto a escuchar» habla de la capacidad de escuchar, una capacidad que es una virtud que se adquiere con la gracia de Dios, pidiéndola insistentemente, y con el ejercicio de la atención a nosotros mismos; una virtud tan necesaria en nuestras relaciones mutuas, para la santidad de la vida común, para que el diálogo comunitario pueda convertirse en una realidad.

No es tan fácil entablar un diálogo comunitario, y la capacidad de escucha que lo fomenta requiere el ejercicio de la humildad para poder dar una escucha cordial, paciente, serena y respetuosa. Esa humildad que es consciente de su propia pobreza y, por lo tanto, consciente de tener siempre algo que recibir de los demás; Humildad que sabe captar de lo que dice el otro, el elemento que nos enriquece, aunque a veces pueda ser pesado, aburrido, escuchar lo que tal vez no corresponde completamente a nuestros pensamientos o a lo que queremos escuchar en ese determinado momento.

Es una actitud fundamental de humildad que nos pone un poco por debajo de los demás en la serena espera de recibir siempre algo. Indudablemente, en esta disposición interior de humildad, de pobreza, estamos más abiertos a la escucha».

Madre Rosetta, en las Buenas Noches, subraya el desprendimiento de sí mismo como requisito indispensable para la verdadera escucha del otro y como camino de ascesis que entrena en la verdadera caridad:

«La capacidad de escuchar requiere un gran desapego de nosotros mismos, una capacidad virginal de aceptación, y por virginal me refiero a un desapego tan total de nosotros, que el otro pueda entrar completamente en nosotros sin encontrar ya preconcepciones sobre él».

San José supo guardar en su corazón incluso lo que no comprendía humanamente; escuchaba atentamente y creía en las palabras del ángel que lo habría al plan de Dios. En la vida de Madre Rosetta Marchese, él fue un modelo de acogida del misterio de Dios en ella misma y en las personas que le habían sido confiadas.

El Papa Francisco, en la reciente Carta Apostólica «Patris Corde» escrita en el 2020 con motivo del 150 aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal, también señala:

«En todas las circunstancias de su vida, José supo pronunciar su ‘fiat’, como María en la Anunciación y Jesús en Getsemaní. José, en su papel de cabeza de familia, enseñó a Jesús a someterse a sus padres (cf. Lc 2, 51), según el mandamiento de Dios (cf. Ex 20, 12). En la vida oculta de Nazaret, en la escuela de José, Jesús aprendió a hacer la voluntad del Padre» (n°3).

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.