Roma (Italia). El 19 de marzo de 2024 se celebra la solemnidad de San José, patrón del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. En Mornese era considerado por la comunidad como el guardián de la casa: el que había cuidado a la Virgen María y a Jesús durante su vida, seguía cuidando de las personas que allí vivían.
Típica de la devoción mornesina a San José era la oración:
“San José, mi predilecto,
¡Ven a mi casa, que te espero!
Ven y mira, lo que falta tú lo sabes
Ven y mira, lo que falta tú lo traes.
Y si algo anda mal en mi casa,
Ven y llévatelo…”
Por otra parte, el primer cuaderno de las Reglas Manuscritas, fechado el 24 de mayo de 1871, lleva el título “Reglas de las Constituciones del Instituto de las Hijas de la Inmaculada y María Auxiliadora bajo la protección de San José, San Francisco de Sales y Santa Teresa”.
Entre las numerosas publicaciones de Don Bosco, “La Hija Cristiana Proveída”, en su cuarta edición fechada en 1883, lleva como dedicatoria bajo la imagen de la Sagrada Familia la exhortación de Pío IX: “Queridísimos hijos, recurrid a San José y él vendrá en nuestra ayuda en todas nuestras necesidades”. En el manual, ciertamente en uso en las casas de las FMA, el Santo afirma: “Honrad con culto especial al castísimo esposo de María, San José, custodio de la infancia de G. C. y de la nuestra, y ahora Patrono universal de la Iglesia”.
San José también estuvo presente en la vida de la Beata Sor María Troncatti (1883-1969). En las Constituciones FMA de 1906 y 1922, que Sor María profesó y vivió a lo largo de su vida misionera, leemos: “Las fiestas de San José, San Francisco de Sales y Santa Teresa de Jesús, que son las patronas particulares del Instituto, se celebrarán con especial devoción“. Las primeras Constituciones reflejan el clima que vivieron las primeras FMA en Mornese.
Don Egidio Viganò escribía en ‘Redescubrir el espíritu de Mornese’ en el Año del Centenario del Instituto (1981), que se caracterizaba sobre todo por “el espíritu de fe; la piedad ferviente, la sencillez, lo práctico; el cuidado constante de la unión con Dios: el fervor por la Eucaristía; la confianza en el auxilio de la Providencia; un vivo sentido del paraíso; la especial devoción a la Virgen, a San José y al Ángel de la Guarda”.
Como las otras FMA, Sor María Troncatti se dirigió al “Guardián del Redentor” en los momentos de necesidad y dificultad, poniendo siempre una confianza ilimitada en la Providencia. En 1925 con otras dos hermanas, Sor Domenica Barale, que era religiosa desde hacía sólo tres años, y la novicia Sor Carlota Nieto, Sor María llegó a Macas en el Vicariato de Méndez. El estilo de vida era muy pobre, de hecho faltaban incluso lo necesario para vivir. Frente a esta realidad, Sor María ofreció a la joven hermana algunas indicaciones programáticas y auto reveladoras. “Aquí no hay satisfacción para nosotros, pero tenemos que soportarlo todo por amor de Dios, porque sin esto nuestra vida sería amarga”.
A pesar de las dificultades y de la pobreza, lo hizo todo por amor a Dios, en quien todas las privaciones y sufrimientos encontraron sentido, acogidos con un espíritu heroico de fe. Esta pobreza de los comienzos también fue atestiguada por la Inspectora de la época, Sor Décima Rocca quien, escribiendo a la Madre General, Sor Luisa Vaschetti, le contó que en Macas también había escasez de agua y se rezaba a San José para poder encontrar un manantial.
Ella señala: “¡Cuántos sacrificios tienen que imponerse nuestras hermanas y con qué generosidad los hacen! […] Ayer recibí una carta de sor Troncatti diciéndome. “Hace dos meses que no encontramos una gota de leche, y todas las mañanas el desayuno consiste en un poco de café negro y un trozo de yuca. Lo siento por las hermanas que, pobrecitas, se sienten agotadas”. Pero enseguida añade: “La fiesta de María Auxiliadora fue muy solemne, dos de nuestras kivarettes hicieron la Primera Comunión: son alegrías tan grandes que compensan todo tipo de sufrimientos”.
La Sierva de Dios Madre Rosetta Marchese (1922-1984) también tenía una predilección particular por San José. En una carta a una de sus hermanas en 1981, escribió: “Te correspondo, en primer lugar los saludos por la fiesta de San José; Que el querido Santo del silencio, de la humildad y de la unión profunda con Jesús y María nos ayude a comprender el valor de un trabajo silencioso, humilde y oculto, pero vivido en íntima unión con Jesús y la Virgen. Es cierto que el misterio de la casa de Nazaret y de los treinta años que Jesús vivió en la oculto debe hablar profundamente a nuestro corazón y ayudarnos verdaderamente a comprender el valor de la vida, que reside en el deber realizado por amor para dar gloria a Dios, sin buscar ninguna gloria humana ni reconocimiento terrenal”.
En unas buenas noches en la Comunidad “Santa Lucía” de Palermo, el 17 de marzo de 1977, la Madre Rosetta dijo: “La florecilla de mañana nos hace pedir a San José que nos obtenga una palabra mesurada y nos trae a la memoria la frase de la Epístola de Santiago: ‘Todos deben estar listos para escuchar, pero lentos para hablar’. Este “estar dispuesto a escuchar” habla de la capacidad de escuchar, una capacidad que es una virtud que se adquiere con la gracia de Dios, pidiéndola intensamente, y con el ejercicio de la atención a nosotros mismos; virtudes que son tan necesarias en nuestras relaciones mutuas, para la santidad de la vida común, para que el diálogo comunitario pueda hacerse realmente realidad”.
Podría decirse que San José acompaña al Instituto, ofreciendo protección y ejemplo adecuado a la situación de quienes lo invocan. Su paternidad sigue siendo una referencia fundamental para quienes quieren testimoniar cada día el amor de Dios por los jóvenes.
Grande San Giuseppe!
È meraviglioso che il nostro Istituto abbia San Giuseppe come patrono e che con tanta fiducia si affida e chieda di affidarci a lui. Di grande aiuto è l’esempio delle nostre sorelle.